sábado, 2 de diciembre de 2017

Joachim Ringelnatz (1883-1934)




Bumerán


Érase un bumerán
Algo largo de más.
Bumerán voló un trecho
Y no volvió, de hecho.
Público -en vano ya-
Esperó al bumerán.



Las hormigas


En Hamburgo vivían dos hormigas
Que a Australia ir querían, superando fatigas,
Mas ya en Altona por la comarcal
El dolor en las patas vino a hacerles mal
Y, a no dudarlo, dieron un viraje
Y renunciaron, sabias, a completar el viaje.

Tanto hay a veces que uno quiere y no puede
Que, para la renuncia, hecho parece adrede.



Bumerang


War einmal ein Bumerang;
War ein weniges zu lang.
Bumerang flog ein Stück,
Aber kam nicht mehr zurück.
Publikum -noch stundenlang-
Wartete auf Bumerang.



Die Ameisen


In Hamburg lebten zwei Ameisen,
Die wollten nach Australien reisen.
Bei Altona, auf der Chaussee
Da taten ihnen die Beine weh,
Und da verzichteten sie weise
Denn auf den letzten Teil der Reise.

So will man oft und kann doch nicht
Und leistet dann recht gern Verzicht.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Romance objetivo - Erich Kästner



Lydia Luise Huth-Necknig, Sachliche Romanze


Romance objetivo

Después de conocerse ocho años
(y puede decirse que se conocían bien)
perdieron su amor por el otro, de repente,
como otros pierden su bastón o su sombrero.

Tristes, se engañaban con sonrisas,
intentaban besos, como si nada fuera mal,
y ellos lo veían, y no sabían cómo ir adelante.
Eventualmente, ella rompió a llorar. Él la ayudó.

Desde la ventana se podía saludar a los barcos.
Él dijo, son sobre las cuatro y cuarto,
tiempo de ir por ahí a tomar un café.
Al lado, alguien practicaba el piano.

Fueron al café más pequeño del lugar
y removieron bien sus tazas.
Al caer la noche estaban aún allí
sentados solos, sin decir palabra,
y, simplemente, no lo comprendían.





Sachliche Romanze - Erich Kästner

Als sie einander acht Jahre kannten
(und man darf sagen sie kannten sich gut),
kam ihre Liebe plötzlich abhanden.
Wie andern Leuten ein Stock oder Hut.

Sie waren traurig, betrugen sich heiter,
versuchten Küsse, als ob nichts sei,
und sahen sich an und wussten nicht weiter.
Da weinte sie schließlich. Und er stand dabei.

Vom Fenster aus konnte man Schiffen winken.
Er sagte, es wäre schon Viertel nach Vier
und Zeit, irgendwo Kaffee zu trinken.
Nebenan übte ein Mensch Klavier.

Sie gingen ins kleinste Café am Ort
und rührten in ihren Tassen.
Am Abend saßen sie immer noch dort.
Sie saßen allein, und sie sprachen kein Wort
und konnten es einfach nicht fassen.

Tesis sobre el concepto de Historia - Walter Benjamin





Tesis sobre el concepto de Historia – Walter Benjamin


I
 
Existe una leyenda sobre un artefacto diseñado para jugar al ajedrez que respondía perfectamente a cada movimiento de un oponente. Se trataba de una marioneta en atuendo turco y con un narguile en la boca, sentada a una mesa frente al tablero de ajedrez. Un sistema de espejos producía la ilusión de que la mesa era transparente por todos los lados. En realidad, un pequeño jorobado, maestro del ajedrez, estaba sentado bajo la mesa y dirigía la mano de la marioneta por medio de unos hilos. Podemos imaginar el equivalente filosófico de este dispositivo. La marioneta, llamada “materialismo histórico”, debe ganar todo el tiempo. Esta puede ser una partida fácil para aquél que se ponga al servicio de la teología que hoy, como sabemos, es fea y pequeña y no se puede utilizar a la ligera.


II
 
‘Una de las características más notables de la naturaleza humana,’ escribe Lotze, ‘es, junto al egoísmo en asuntos específicos, la general falta de envidia del presente hacia el futuro.’ La reflexión nos muestra que nuestra imagen de felicidad está, en el fondo, coloreada por el curso que ha tomado nuestra propia existencia. La clase de felicidad que podría despertar nuestra envidia existe sólo en el aire que hemos respirado, en la gente a la que podríamos habernos dirigido, en las mujeres que podríamos haber amado... En otras palabras, nuestra imagen de felicidad está indisolublemente ligada con la del rescate. Éste se aplica también a nuestro estudio del pasado, que es la ocupación de la historia. El pasado contiene un índice temporal por el cual es llamado al rescate. Hay un acuerdo secreto entre las generaciones pasadas y la presente. Nuestra llegada fue esperada en la tierra. Como cada generación que nos precedió, hemos sido dotados con un poder mesiánico débil, un poder que lleva una exigencia del pasado. Esta exigencia no puede satisfacerse de un modo barato. El materialista histórico es consciente de esto.

III

Supongamos que un cronista recita acontecimientos sin discriminar su importancia, de acuerdo con la lógica siguiente: nada que haya ocurrido alguna vez debe perderse para la Historia. Desde luego, sólo una humanidad redimida recibiría la plenitud de su pasado: sólo para una humanidad redimida el pasado se haría citable en todos sus momentos. Cada momento vivido se convertiría en una citation 'a l'ordre du jour'. Pero ese día es el del Juicio Final.

IV
Busca alimento y ropa primero, entonces
el Reino de Dios te será añadido.

Hegel, 1807

La lucha de clases, siempre presente para el historiador marxista, es una lucha por las cosas ordinarias y materiales sin las cuales las refinadas y espirituales no podrían existir. Sin embargo, no es el botín de los vencedores la forma con la que éstos hacen sentir su presencia en la lucha de clases. Ellos se manifiestan en la lucha en forma de coraje, humor, astucia, valentía... Tienen además fuerza retroactiva y cuestionarán constantemente el botín de cada victoria, pasada y presente. Así como las flores se vuelven hacia el sol a fuerza de un secreto heliotropismo, así el pasado se esfuerza por volverse hacia el sol en el cielo de la historia. Un materialista histórico debe ser consciente de este movimiento, el más
sutil de todos.

V

La verdadera imagen del pasado es fugaz. Sólo podemos apropiarnos de él en una forma que destella en el instante en que es reconocible. Y nunca es visto ya otra vez. ‘La verdad no se nos escapará': en la perspectiva histórica del historicismo estas palabras de Gottfried Keller marcan el punto exacto donde el materialismo histórico corta por el historicismo. Pues cada imagen del pasado que no es reconocida por el presente como una de sus propias preocupaciones amenaza con desaparecer irreparablemente. (Las buenas noticias que el historiador trae del pasado con el corazón palpitante pueden caer en el vacío tan pronto como abre la boca.)

VI

Articular el pasado históricamente no significa descubrir ‘el modo en que fue’ (Ranke) sino apropiarse de la memoria cuando ésta destella en un momento de peligro. El materialismo histórico quiere apropiarse la imagen del pasado que, de repente, se aparece al hombre seleccionado por la historia en un momento de peligro. El peligro afecta tanto al contenido de la tradición como a sus receptores. La misma amenaza pesa sobre ambos: la de convertirse en instrumento de las clases dirigentes. En cada época deben realizarse nuevas tentativas para arrancar a la tradición del conformismo que pretende dominarla. El Mesías no viene sólo como el Redentor: él viene también para derrotar al Anticristo. Sólo aquel historiador que esté firmemente convencido de que hasta los muertos no estarán a salvo si el enemigo gana tendrá el don de alimentar la chispa de esperanza en el pasado. Pero este enemigo no ha dejado de vencer.

VII
Considera la oscuridad y el gran frío
en esta tumba que resuena con misterio.

B. Brecht, La ópera de cuatro cuartos

A los historiadores que desean volver a vivir una época pasada, Fustel de Coulanges recomienda que borren todo lo que saben sobre el curso posterior de la historia. No hay mejor modo de caracterizar el método contrario al del materialismo histórico. Es un proceso de empatía cuyo origen es la indolencia del corazón, 'acedia', que desesperaría al apresar la imagen histórica genuina cuando ésta llamea fugazmente. Entre los teólogos medievales la acedia fue considerada como la causa primordial de la tristeza. Flaubert, que estaba familiriazado con ella, escribió: “Peu de gens devineront combien il a fallu être triste pour ressusciter Carthage”. [“Pocos pueden adivinar lo triste que uno tiene que llegar a estar para querer resucitar Cartago.”] La naturaleza de esta tristeza se aclara si uno se pregunta con quién sienten empatía los historicistas. La respuesta es inevitable: con el vencedor. Y todos los dirigentes actuales son herederos de los vencedores que hubo antes de ellos. De ahí que la empatía con el vencedor, invariablemente, beneficie a los dirigentes. Los materialistas históricos saben lo que esto significa. Quienquiera que haya salido victorioso participa hasta hoy en la procesión triunfal en la cual los poderosos del presente pasan por encima de aquellos que yacen postrados. Según la práctica tradicional, el botín es llevado a lo largo de la procesión. Este botín lo forman los 'tesoros culturales' que el materialista histórico ve con un distanciamiento cauteloso. Ya que, sin excepción, los tesoros culturales tienen un origen que él no puede contemplar sin horror. Ellos deben su existencia no sólo a los esfuerzos de las grandes mentes y talentos que los han creado, sino también al expolio y al duro trabajo anónimo de sus contemporáneos. No hay ningún documento de la civilización que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie. Y, como tal documento no está tampoco libre de la barbarie, ésta corrompe el modo mediante el cuál es transmitido de un poseedor a otro. Un materialista histórico, por tanto, se disocia del influjo de estos tesoros tanto como le es posible. Su tarea es cepillar la historia contra el grano.

VIII

La tradición del oprimido nos enseña que el “estado de emergencia” en que vivimos no es la excepción, sino la regla. Debemos llegar a una concepción de la historia acorde con este hallazgo. Entonces reconoceremos claramente que nuestra tarea es traer al frente el verdadero estado de emergencia. Esto mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. Una razón por la que el fascismo tiene posibilidades de darse es que, en nombre del progreso, quienes se oponen a él lo tratan como si fuera una norma histórica. El asombro de que las cosas que estamos experimentando ocurran aún en pleno siglo XX no es filosófico. Este asombro no es principio de conocimiento —a menos que sea el conocimiento de que la visión de la historia que lo hace posible es insostenible. 




IX 

Mein Flügel ist zum Schwung bereit,
 ich kehrte gern zurück,

denn blieb ich auch lebendige Zeit, 
ich hätte wenig Glück.
("Mi ala está lista para el vuelo,
me gustaría volverme atrás,
si yo me quedara un tiempo eterno,
tendría poca suerte.")
Gershom Scholem, Saludo del Angelus

Una pintura de Paul Klee titulada ‘Angelus Novus' muestra a un ángel que parece como si de pronto fuera a apartarse de algo que está contemplando con fuerza. Sus ojos miran fijamente, su boca está abierta, sus alas extendidas. Así es como uno imagina al ángel de la historia. Su cara está vuelta hacia el pasado. Allí donde percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una sola catástrofe que sigue amontonando restos y lanzándolos delante de sus pies. Al ángel le gustaría quedarse, despertar a los muertos, y recomponer todo lo que ha sido roto. Pero una tormenta del Paraíso empuja sus alas hacia atrás con tal violencia que no puede cerrarlas. La tormenta impulsa al ángel hacia el futuro (al que da su espalda) irresistiblemente, mientras la pila de restos y escombros crece por el cielo tras él. Esta tormenta es lo que llamamos progreso.

X

Los temas que la disciplina monástica asignaba a los monjes para la meditación fueron escritos para apartar a éstos del mundo y sus asuntos. Los pensamientos que estamos desarrollando tienen un parecido análogo. Cuando los políticos, en quienes la oposición al fascismo había puesto su esperanza, ceden y confirman su fracaso engañando a su propia causa, la observación atenta desentraña la implicación política de las trampas con que los traidores habían embaucado a sus seguidores. Esta observación reconoce entonces que la fe necia de los políticos en el progreso, su confianza en la ‘base de masas’, y, finalmente, su integración servil en un aparato incontrolable, son tres aspectos de la misma cosa. Lo que da una idea del alto precio que nuestro pensamiento tendrá que pagar por una concepción de la historia que evita cualquier complicidad con el pensamiento al cual estos políticos se siguen adhiriendo.

XI

El conformismo, que ha sido la parcela de la socialdemocracia desde el principio, se adhiere no sólo a su táctica política, sino también a su visión económica. Esta es una de las razones de su fracaso posterior. Nada ha corrompido tanto a la clase trabajadora alemana como la noción de que todo se movía con la corriente. Desde aquí había ya sólo un paso hacia la ilusión de que el trabajo de fábrica, que supuestamente conduciría al progreso tecnológico, constituía un logro político. La vieja ética protestante fue revivida por los trabajadores alemanes en una forma secularizada. El programa de Gotha contiene ya trazas de esta confusión, al definir el trabajo como “la fuente de toda riqueza y toda cultura”. Oliéndose algo raro, Marx respondió a esto “... el hombre que no posee ninguna otra propiedad que su capacidad de trabajo” debe convertirse por necesidad en “el esclavo de otros hombres que se han hecho los dueños...” Sin embargo, la confusión se extendió, y pronto Josef Dietzgen proclamó: “el Salvador de los tiempos modernos es el trabajo. La mejora del trabajo constituye la riqueza que es capaz ahora de llevar a cabo lo que ningún Redentor ha sido capaz alguna vez de hacer.” Esta concepción marxista vulgar de la naturaleza del trabajo evita la pregunta de cómo sus productos podrían beneficiar a los trabajadores sin estar todavía a su disposición. Tal concepción reconoce sólo el progreso en el dominio de la naturaleza, pero es miope para ver el contenido de regresión social. Con ello se anticipan ya los rasgos tecnocráticos del fascismo. Entre éstos hay una concepción de la naturaleza que se diferencia siniestramente del de las utopías socialistas antes de la revolución de 1848. La nueva concepción del trabajo se eleva a la explotación de la naturaleza, que es entonces contrastada con la explotación del proletariado con una complacencia ingenua. Comparado con esta concepción positivista, las fantasías de Fourier,que eran a menudo tan ridiculizadas, adquieren una pertinencia sorprendente. Según Fourier, a consecuencia del trabajo cooperativo eficiente, cuatro lunas iluminarían la noche terrenal, el hielo retrocedería a los polos, el agua del mar ya no estaría salada y los animales carnívoros se pondrían al servicio del hombre. Todo esto ilustra una especie de trabajo que, lejos de explotar la naturaleza, es capaz de liberar las creaciones potenciales que están inactivas en su matriz. La naturaleza que, como Dietzgen dijo, “existe gratis”, sería el complemento a la concepción corrompida del trabajo.


XII 

Necesitamos la historia, pero no del modo en que la necesita un vago en el jardín del conocimiento.
Nietzsche, "Del uso y abuso de la historia"

La clase oprimida y luchadora es, en sí misma, el sujeto del conocimiento histórico. En Marx aparece como la última clase esclavizada, como el vengador que completa la tarea de liberación en nombre de todas las generaciones previas de oprimidos. Esta convicción, que tuvo un breve resurgir en el grupo de los Espartaquistas, ha resultado desagradable siempre a los socialdemócratas. En tres décadas, ellos lograron borrar el nombre de Blanqui casi totalmente, aunque fuera la voz que habría que haber rescatado y cuyo sonido reverberó durante el siglo precedente. La socialdemocracia se las arregló para adjudicar a la clase obrera el papel de Redentor de futuras generaciones, cortando de esta manera los tendones de su mayor fuerza. Con esta táctica, la clase obrera tendió a olvidar su odio y su espíritu del sacrificio: ambos se nutren de la imagen de antepasados esclavizados y no de la de nietos redimidos.

XIII

Cada día nuestra causa se hace más clara
y la gente se hace más elegante.

Wilhelm Dietzgen, ‘Die Religion der Sozialdemokratie’

La teoría socialdemócrata, y más incluso su práctica, ha sido construida sobre una concepción del progreso que, sin adherirse a la realidad, hizo proclamaciones dogmáticas. El progreso, imaginado en las mentes socialdemócratas era, en primer lugar, el progreso de humanidad en sí mismo (y no sólo un avance en las capacidades y conocimientos del hombre). En segundo lugar, era algo ilimitado, de acuerdo con la infinita capacidad de superación del hombre. En tercer lugar, el progreso fue considerado como irresistible, algo que automáticamente seguía un curso directo o espiral. Cada uno de estos enunciados era, en realidad, polémico y susceptible de crítica. Sin embargo, cuando los detalles están ausentes, la crítica debe penetrar más allá de estas afirmaciones y centrarse en lo que tienen en común. El concepto de progreso histórico de la humanidad no puede separarse del de progresión por un tiempo vacío y homogéneo. Una crítica a tal concepto de progresión debe ser la base de cualquier crítica del concepto de progreso en sí mismo.

XIV 


El origen es el objetivo.
Karl Kraus, Worte und Versen, vol. 1

La historia es el objeto de una construcción cuyo lugar no es un tiempo vacío y homogéneo, sino un tiempo lleno de la presencia del “ahora”. Así, para Robespierre, la Roma antigua era un pasado lleno del tiempo del ahora que él arrancó a la sucesión continua de la historia. La Revolución francesa se vio a sí misma como la encarnación de Roma. Pero evocó la Roma antigua de la misma forma en que la moda evoca los trajes del pasado. La moda tiene una gran facilidad para lo tópico y específico, no importa en qué espesuras se mueva de qué tiempo pasado: es un salto de tigre. Este salto, sin embargo, ocurre en el circo donde la clase dirigente da las órdenes. El mismo salto, al aire libre de la historia, es el dialéctico: el modo en que Marx entendió la revolución.

XV

La conciencia en las clases revolucionarias de que van a hacer estallar el continuo de la historia es característica del momento de su acción. La gran revolución introdujo un nuevo calendario. El día inicial de un calendario sirve como una cámara de lapso de tiempo histórico. Y, básicamente, es el mismo día que sigue repitiéndose en el aspecto de las vacaciones, cuando se commemora. Así, los calendarios no miden el tiempo como lo hacen los relojes; ellos son monumentos de una conciencia histórica de la que ni el más leve rastro ha aparecido en Europa en los últimos cien años. En la revolución de julio ocurrió un incidente que mostró esta conciencia viva. Durante la primera tarde de enfrentamientos se disparó a los relojes en las torres, simultánea e independientemente, en varios lugares de París. Un testigo ocular (que quizá debió su agudeza al ripio) escribió como sigue:

Qui le croirait! on dit,
qu’irrités contre l’heure
De nouveaux Josués
au pied de chaque tour,
Tiraient sur les cadrans
pour arrêter le jour.

(¡Quién lo creería!
nos dicen que un nuevo Josué,
a fin de parar el día.
al pie de cada torre,
irritado contra el tiempo
dispara a los relojes)

XVI

Un materialista histórico no puede trabajar sin la noción de un presente que no es transición, sin un presente en que el tiempo está garantizado y se detiene. Esta misma noción define el presente en que él, para su persona, está escribiendo historia. El historicismo proporciona la imagen “eterna” del pasado; el materialismo histórico suministra una experiencia única del pasado. El materialista histórico deja a otros que suavicen esa experiencia con ayuda de la prostituta “Érase una vez” del burdel del historicismo. Pero él permanece en el control de sus poderes, y éstos son suficientes para hacer estallar el continuo de la historia.

XVII

El historicismo culmina correctamente en la historia universal. La historiografía materialista difiere de este método más claramente que de cualquier otro. La historia universal no tiene ninguna armadura teórica. Su método es aditivo: reune una masa de datos para llenar el tiempo vacío y homogéneo. La historiografía materialista, por otra parte, está basada en un principio constructivo. El pensamiento involucra no sólo al flujo de pensamientos, sino también a su apropiación. Cuando, de repente, el pensamiento se detiene en una constelación embriagada de relaciones tensas, le imprime a esa constelación un shock, mediante el cual cristaliza en una mónada. Un materialista histórico se acerca a un sujeto histórico sólo allí donde lo encuentra como una mónada. En esta estructura, él reconoce el signo de un cese mesiánico del acontecer o, dicho de otra forma, una posibilidad revolucionaria en la lucha para el pasado oprimido. Él extrae de ahí conocimiento con el fin de arrancar una época específica al curso homogéneo de la historia –arrancando una vida específica a una época o un trabajo específico al trabajo de toda una vida. Como consecuencia de este método, el trabajo de toda una vida es conservado en el específico, y al mismo tiempo anulado. Igual sucede con la época en el trabajo de toda una vida y con el curso entero de la historia en la época. La fruta alimenticia de lo históricamente entendido contiene al tiempo como semilla preciosa pero insípida.

XVIII

“Con relación a la historia de la vida orgánica en la tierra,” escribe un biólogo moderno, “los ínfimos cincuenta milenios del homo sapiens están en la misma proporción que los dos últimos segundos al día de veinticuatro horas. Con esta misma escala, la historia de la humanidad civilizada llenaría sólo la quinta parte del último segundo.” El presente que, como modelo de tiempo mesiánico, comprende la historia entera de la humanidad en una síntesis extraordinaria, coincide exactamente con la estatura que la historia de la humanidad tiene en el universo.

-Apéndice-

A

El historicismo se contenta con establecer una unión causal entre varios momentos de la historia. Pero no porque un hecho sea una mera causa es ya histórico. Se hace histórico póstumamente, al darse como era, aunque los acontecimientos puedan estar atrás en el tiempo miles de años. Un historiador que parte de este punto abandona decir la secuencia de acontecimientos como si fueran las cuentas de un rosario. En cambio, él se apropia de la constelación que su propia época ha formado con la otra, más temprana. Así, llega a establecer una concepción del presente como “tiempo del ahora”, surcado por fragmentos
de tiempo mesiánico.

B

Los adivinos, que hacían su agosto con todo lo que cabía encontrar fuera del tiempo, no experimentaron éste como homogéneo o vacío. Quien tenga esto presente se hará una idea de cómo se experimentaron los tiempos pasados en la memoria. Sabemos que a los Judíos se les prohibió adivinar el futuro. Pero la Torah y los rezos los conducen a la rememoración. Esto despoja al futuro de la magia a la que sucumben todos aquellos que vuelven a los adivinos. Lo que no implica, sin embargo, que para los judíos el futuro se convirtiera en un tiempo vacío y homogéneo. Cada segundo de tiempo era el difícil ojo de aguja por el que el Mesías podía entrar. 




ÜBER DEN BEGRIFF DER GESCHICHTE - Walter Benjamin

I
Bekanntlich soll es einen Automaten gegeben haben, der so konstruiert gewesen sei, daß er jeden Zug eines Schachspielers mit einem Gegenzuge erwidert habe, der ihm den Gewinn der Partie sicherte. Eine Puppe in türkischer Tracht, eine Wasserpfeife im Munde, saß vor dem Brett, das auf einem geräumigen Tisch aufruhte. Durch ein System von Spiegeln wurde die Illusion erweckt, dieser Tisch sei von allen Seiten durchsichtig. In Wahrheit saß ein buckliger Zwerg darin, der ein Meister im Schachspiel war und die Hand der Puppe an Schnüren lenkte. Zu dieser Apparatur kann man sich ein Gegenstück in der Philosophie vorstellen. Gewinnen soll immer die Puppe, die man ´historischen Materialismus´ nennt. Sie kann es ohne weiteres mit jedem aufnehmen, wenn sie die Theologie in ihren Dienst nimmt, die heute bekanntlich klein und häßlich ist und sich ohnehin nicht darf blicken lassen.

II

»Zu den bemerkenswerthesten Eigenthümlichkeiten des menschlichen Gemüths«, sagt Lotze, »gehört - neben so vieler Selbstsucht im Einzelnen die allgemeine Neidlosigkeit jeder Gegenwart gegen ihre Zukunft.« Diese Reflexion führt darauf, daß das Bild von Glück, das wir hegen, durch und durch von der Zeit tingiert ist, in welche der Verlauf unseres eigenen Daseins uns nun einmal verwiesen hat. Glück, das Neid in uns erwecken könnte, gibt es nur in der Luft, die wir geatmet haben, mit Menschen, zu denen wir hätten reden, mit Frauen, die sich uns hätten geben können. Es schwingt, mit andern Worten, in der Vorstellung des Glücks unveräußerlich die der Erlösung mit. Mit der Vorstellung von Vergangenheit, welche die Geschichte zu ihrer Sache macht, verhält es sich ebenso. Die Vergangenheit führt einen heimlichen Index mit, durch den sie auf die Erlösung verwiesen wird. Streift denn nicht uns selber ein Hauch der Luft, die um die Früheren gewesen ist? ist nicht in Stimmen, denen wir unser Ohr schenken, ein Echo von nun verstummten? haben die Frauen, die wir umwerben, nicht Schwestern, die sie nicht mehr gekannt haben? Ist dem so, dann besteht eine geheime Verabredung zwischen den gewesenen Geschlechtern und unserem. Dann sind wir auf der Erde erwartet worden. Dann ist uns wie jedem Geschlecht, das vor uns war, eine schwache messianische Kraft mitgegeben, an welche die Vergangenheit Anspruch hat. Billig ist dieser Anspruch nicht abzufertigen. Der historische Materialist weiß darum.

III

Der Chronist, welcher die Ereignisse hererzählt, ohne große und kleine zu unterscheiden, trägt damit der Wahrheit Rechnung, daß nichts was sich jemals ereignet hat, für die Geschichte verloren zu geben ist. Freilich fällt erst der erlösten Menschheit ihre Vergangenheit vollauf zu. Das will sagen: erst der erlösten Menschheit ist ihre Vergangenheit in jedem ihrer Momente zitierbar geworden. Jeder ihrer gelebten Augenblicke wird zu einer citation à l‘ordre du jour - welcher Tag eben der jüngste ist.

IV

Trachtet am ersten nach Nahrung und Kleidung, so wird euch das Reich Gottes von selbst zufallen. Hegel, 1807

Der Klassenkampf, der einem Historiker, der an Marx geschult ist, immer vor Augen steht, ist ein Kampf um die rohen und materiellen Dinge, ohne die es keine feinen und spirituellen gibt. Trotzdem sind diese letztern im Klassenkampf anders zugegen denn als die Vorstellung einer Beute, die an den Sieger fällt. Sie sind als Zuversicht, als Mut, als Humor, als List, als Unentwegtheit in diesem Kampf lebendig und sie wirken in die Ferne der Zeit zurück. Sie werden immer von neuem jeden Sieg, der den Herrschenden jemals zugefallen ist, in Frage stellen. Wie Blumen ihr Haupt nach der Sonne wenden, so strebt kraft eines Heliotropismus geheimer Art, das Gewesene der Sonne sich zuzuwenden, die am Himmel der Geschichte im Aufgehen ist. Auf diese unscheinbarste von allen Veränderungen muß sich der historische Materialist verstehen.

V

Das wahre Bild der Vergangenheit huscht vorbei. Nur als Bild, das auf Nimmerwiedersehen im Augenblick seiner Erkennbarkeit eben aufblitzt, ist die Vergangenheit festzuhalten. ´Die Wahrheit wird uns nicht davonlaufen´ - dieses Wort, das von Gottfried Keller stammt, bezeichnet im Geschichtsbild des Historismus genau die Stelle, an der es vom historischen Materialismus durchschlagen wird. Denn es ist ein unwiederbringliches Bild der Vergangenheit, das mit jeder Gegenwart zu verschwinden droht, die sich nicht als in ihm gemeint erkannte.

VI

Vergangenes historisch artikulieren heißt nicht, es erkennen ´wie es denn eigentlich gewesen ist´. Es heißt, sich einer Erinnerung bemächtigen, wie sie im Augenblick einer Gefahr aufblitzt. Dem historischen Materialismus geht es darum, ein Bild der Vergangenheit festzuhalten, wie es sich im Augenblick der Gefahr dem historischen Subjekt unversehens einstellt. Die Gefahr droht sowohl dem Bestand der Tradition wie ihren Empfängern. Für beide ist sie ein und dieselbe: sich zum Werkzeug der herrschenden Klasse herzugeben. In jeder Epoche muß versucht werden, die Überlieferung von neuem dem Konformismus abzugewinnen, der im Begriff steht, sie zu überwältigen. Der Messias kommt ja nicht nur als der Erlöser; er kommt als der Überwinder des Antichrist. Nur dem Geschichtsschreiber wohnt die Gabe bei, im Vergangenen den Funken der Hoffnung anzufachen, der davon durchdrungen ist: auch die Toten werden vor dem Feind, wenn er siegt, nicht sicher sein. Und dieser Feind hat zu siegen nicht aufgehört.

VII

Bedenkt das Dunkel und die große Kälte
In diesem Tale, das von Jammer schallt.
Brecht, Die Dreigroschenoper

Fustel de Coulanges empfiehlt dem Historiker, wolle er eine Epoche nacherleben, so solle er alles, was er vom spätern Verlauf der Geschichte wisse, sich aus dem Kopf schlagen. Besser ist das Verfahren nicht zu kennzeichnen, mit dem der historische Materialismus gebrochen hat. Es ist ein Verfahren der Einfühlung. Sein Ursprung ist die Trägheit des Herzens, die acedia, welche daran verzagt, des echten historischen Bildes sich zu bemächtigen, das flüchtig aufblitzt. Sie galt bei den Theologen des Mittelalters als der Urgrund der Traurigkeit. Flaubert, der Bekanntschaft mit ihr gemacht hatte, schreibt: »Peu de gens devineront combien il a fallu être triste pour ressusciter Carthage.« Die Natur dieser Traurigkeit wird deutlicher, wenn man die Frage aufwirft, in wen sich denn der Geschichtsschreiber des Historismus eigentlich einfühlt. Die Antwort lautet unweigerlich in den Sieger. Die jeweils Herrschenden sind aber die Erben aller, die je gesiegt haben. Die Einfühlung in den Sieger kommt demnach den jeweils Herrschenden allemal zugut. Damit ist dem historischen Materialisten genug gesagt. Wer immer bis zu diesem Tage den Sieg davontrug, der marschiert mit in dem Triumphzug, der die heute Herrschenden über die dahinführt, die heute am Boden liegen. Die Beute wird, wie das immer so üblich war, im Triumphzug mitgeführt. Man bezeichnet sie als die Kulturgüter. Sie werden im historischen Materialisten mit einem distanzierten Betrachter zu rechnen haben. Denn was er an Kulturgütern überblickt, das ist ihm samt und sonders von einer Abkunft, die er nicht ohne Grauen bedenken kann. Es dankt sein Dasein nicht nur der Mühe der großen Genien, die es geschaffen haben, sondern auch der namenlosen Fron ihrer Zeitgenossen. Es ist niemals ein Dokument der Kultur, ohne zugleich ein solches der Barbarei zu sein. Und wie es selbst nicht frei ist von Barbarei, so ist es auch der Prozeß der Überlieferung nicht, in der es von dem einen an den andern gefallen ist. Der historische Materialist rückt daher nach Maßgabe des Möglichen von ihr ab. Er betrachtet es als seine Aufgabe, die Geschichte gegen den Strich zu bürsten.

VIII

Die Tradition der Unterdrückten belehrt uns darüber, daß der ´Ausnahmezustand´, in dem wir leben, die Regel ist. Wir müssen zu einem Begriff der Geschichte kommen, der dem entspricht. Dann wird uns als unsere Aufgabe die Herbeiführung des wirklichen Ausnahmezustands vor Augen stehen; und dadurch wird unsere Position im Kampf gegen den Faschismus sich verbessern. Dessen Chance besteht nicht zuletzt darin, daß die Gegner ihm im Namen des Fortschritts als einer historischen Norm begegnen. - Das Staunen darüber, daß die Dinge, die wir erleben, im zwanzigsten Jahrhundert ´noch´ möglich sind, ist kein philosophisches. Es steht nicht am Anfang einer Erkenntnis, es sei denn der, daß die Vorstellung von Geschichte, aus der es stammt, nicht zu halten ist.

IX

Mein Flügel ist zum Schwung bereit
ich kehrte gern zurück
denn blieb‘ ich auch lebendige Zeit
ich hätte wenig Glück.
Gershom Scholem, Gruß vom Angelus

Es gibt ein Bild von Klee, das Angelus Novus heißt. Ein Engel ist darauf dargestellt, der aussieht, als wäre er im Begriff, sich von etwas zu entfernen, worauf er starrt. Seine Augen sind aufgerissen, sein Mund steht offen und seine Flügel sind ausgespannt. Der Engel der Geschichte muß so aussehen. Er hat das Antlitz der Vergangenheit zugewendet. Wo eine Kette von Begebenheiten vor uns erscheint, da sieht er eine einzige Katastrophe, die unablässig Trümmer auf Trümmer häuft und sie ihm vor die Füße schleudert. Er möchte wohl verweilen, die Toten wecken und das Zerschlagene zusammenfügen. Aber ein Sturm weht vom Paradiese her, der sich in seinen Flügeln verfangen hat und so stark ist, daß der Engel sie nicht mehr schließen kann. Dieser Sturm treibt ihn unaufhaltsam in die Zukunft, der er den Rücken kehrt, während der Trümmerhaufen vor ihm zum Himmel wächst. Das, was wir den Fortschritt nennen, ist dieser Sturm.

X

Die Gegenstände, die die Klosterregel den Brüdern zur Meditation anwies, hatten die Aufgabe, sie der Welt und ihrem Treiben abhold zu machen. Dem Gedankengang, den wir hier verfolgen, ist aus einer ähnlichen Bestimmung hervorgegangen. Er beabsichtigt in einem Augenblick, da die Politiker, auf die die Gegner des Faschismus gehofft hatten, am Boden liegen und ihre Niederlage mit dem Verrat an der eigenen Sache bekräftigen, das politische Weltkind aus den Netzen zu lösen, mit denen sie es umgarnt hatten. Die Betrachtung geht davon aus, daß der sture Fortschrittsglaube dieser Politiker, ihr Vertrauen in ihre ´Massenbasis´ und schließlich ihre servile Einordnung in einen unkontrollierbaren Apparat drei Seiten derselben Sache gewesen sind. Sie sucht einen Begriff davon zu geben, wie teuer unser gewohntes Denken eine Vorstellung von Geschichte zu stehen kommt, die jede Komplizität mit der vermeidet, an der diese Politiker weiter festhalten.

XI

Der Konformismus, dem von Anfang an in der Sozialdemokratie heimisch gewesen ist, haftet nicht nur an ihrer politischen Taktik, sondern auch an ihren ökonomischen Vorstellungen. Er ist eine Ursache des späteren Zusammenbruchs. Es gibt nichts, was die deutsche Arbeiterschaft in dem Grade korrumpiert hat wie die Meinung, sie schwimme mit dem Strom. Die technische Entwicklung galt ihr als das Gefälle des Stromes, mit dem sie zu schwimmen meinte. Von da war es nur ein Schritt zu der Illusion, die Fabrikarbeit, die im Zuge des technischen Fortschritts gelegen sei, stelle eine politische Leistung dar. Die alte protestantische Werkmoral feierte in säkularisierter Gestalt bei den deutschen Arbeitern ihre Auferstehung. Das Gothaer Programm trägt bereits Spuren dieser Verwirrung an sich. Es definiert die Arbeit als »die Quelle alles Reichtums und aller Kultur«. Böses ahnend, entgegnete Marx darauf, daß der Mensch, der kein anderes Eigentum besitze als seine Arbeitskraft, »der Sklave der andern Menschen sein muß, die sich zu Eigentümern ... gemacht haben«. Unbeschadet dessen greift die Konfusion weiter um sich, und bald darauf verkündet Josef Dietzgen: »Arbeit heißt der Heiland der neueren Zeit . . . In der . . . Verbesserung ... der Arbeit ... besteht der Reichtum, der jetzt vollbringen kann, was bisher kein Erlöser vollbracht hat.« Dieser vulgär-marxistische Begriff von dem, was die Arbeit ist, hält sich bei der Frage nicht lange auf, wie ihr Produkt den Arbeitern selber anschlägt, solange sie nicht darüber verfügen können. Er will nur die Fortschritte der Naturbeherrschung, nicht die Rückschritte der Gesellschaft wahr haben. Er weist schon die technokratischen Züge auf, die später im Faschismus begegnen werden. Zu diesen gehört ein Begriff der Natur, der sich auf unheilverkündende Art von dem in den sozialistischen Utopien des Vormärz abhebt. Die Arbeit, wie sie nunmehr verstanden wird, läuft auf die Ausbeutung der Natur hinaus, welche man mit naiver Genugtuung der Ausbeutung des Proletariats gegenüber stellt. Mit dieser positivistischen Konzeption verglichen erweisen die Phantastereien, die so viel Stoff zur Verspottung eines Fourier gegeben haben, ihren überraschend gesunden Sinn. Nach Fourier sollte die wohlbeschaffene gesellschaftliche Arbeit zur Folge haben, daß vier Monde die irdische Nacht erleuchteten, daß das Eis sich von den Polen zurückziehen, daß das Meerwasser nicht mehr salzig schmecke und die Raubtiere in den Dienst des Menschen träten. Das alles illustriert eine Arbeit, die, weit entfernt die Natur auszubeuten, von den Schöpfungen sie zu entbinden imstande ist, die als mögliche in ihrem Schoße schlummern. Zu dem korrumpierten Begriff von Arbeit gehört als sein Komplement die Natur, welche, wie Dietzgen sich ausgedrückt hat, »gratis da ist«.

XII

Wir brauchen Historie, aber wir brauchen sie anders, als sie der verwöhnte Müßiggänger im Garten des Wissens braucht. Nietzsche, Vom Nutzen und Nachteil der Historie für das Leben
Das Subjekt historischer Erkenntnis ist die kämpfende, unterdrückte Klasse selbst. Bei Marx tritt sie als die letzte geknechtete, als die rächende Klasse auf, die das Werk der Befreiung im Namen von Generationen Geschlagener zu Ende führt. Dieses Bewußtsein, das für kurze Zeit im ´Spartacus´ noch einmal zur Geltung gekommen ist, war der Sozialdemokratie von jeher anstößig. Im Lauf von drei Jahrzehnten gelang es ihr, den Namen eines Blanqui fast auszulöschen, dessen Erzklang das vorige Jahrhundert erschüttert hat. Sie gefiel sich darin, der Arbeiterklasse die Rolle einer Erlöserin künftiger Generationen zuzuspielen. Sie durchschnitt ihr damit die Sehne der besten Kraft. Die Klasse verlernte in dieser Schule gleich sehr den Haß wie den Opferwillen. Denn beide nähren sich an dem Bild der geknechteten Vorfahren, nicht am Ideal der befreiten Enkel.

XIII

Wird doch unsere Sache alle Tage klarer und das Volk alle Tage klüger.
Josef Dietzgen, Sozialdemokratische Philosophie

Die sozialdemokratische Theorie, und noch mehr die Praxis, wurde von einem Fortschrittsbegriff bestimmt, der sich nicht an die Wirklichkeit hielt, sondern einen dogmatischen Anspruch hatte. Der Fortschritt, wie er sich in den Köpfen der Sozialdemokraten malte, war, einmal, ein Fortschritt der Menschheit selbst (nicht nur ihrer Fertigkeiten und Kenntnisse). Er war, zweitens, ein unabschließbarer (einer unendlichen Perfektibilität der Menschheit entsprechender). Er galt, drittens, als ein wesentlich unaufhaltsamer (als ein selbsttätig eine grade oder spiralförmige Bahn durchlaufender). Jedes dieser Prädikate ist kontrovers, und an jedem könnte die Kritik ansetzen. Sie muß aber, wenn es hart auf hart kommt, hinter all diese Prädikate zurückgehen und sich auf etwas richten, was ihnen gemeinsam ist. Die Vorstellung eines Fortschritts des Menschengeschlechts in der Geschichte ist von der Vorstellung ihres eine homogene und leere Zeit durchlaufenden Fortgangs nicht abzulösen. Die Kritik an der Vorstellung dieses Fortgangs muß die Grundlage der Kritik an der Vorstellung des Fortschritts überhaupt bilden.

XIV

Ursprung ist das Ziel. Karl Kraus, Worte in Versen 1

Die Geschichte ist Gegenstand einer Konstruktion, deren Ort nicht die homogene und leere Zeit sondern die von Jetztzeit erfüllte bildet. So war für Robespierre das antike Rom eine mit Jetztzeit geladene Vergangenheit, die er aus dem Kontinuum der Geschichte heraussprengte. Die französische Revolution verstand sich als ein wiedergekehrtes Rom. Sie zitierte das alte Rom genau so wie die Mode eine vergangene Tracht zitiert. Die Mode hat die Witterung für das Aktuelle, wo immer es sich im Dickicht des Einst bewegt. Sie ist der Tigersprung ins Vergangene. Nur findet er in einer Arena statt, in der die herrschende Klasse kommandiert. Derselbe Sprung unter dem freien Himmel der Geschichte ist der dialektische als den Marx die Revolution begriffen hat.

XV

Das Bewusstsein, das Kontinuum der Geschichte aufzusprengen, ist den revolutionären Klassen im Augenblick ihrer Aktion eigentümlich. Die Große Revolution führte einen neuen Kalender ein. Der Tag, mit dem ein Kalender einsetzt, fungiert als ein historischer Zeitraffer. Und es ist im Grunde genommen derselbe Tag, der in Gestalt der Feiertage, die Tage des Eingedenkens sind, immer wiederkehrt. Die Kalender zählen die Zeit also nicht wie Uhren. Sie sind Monumente eines Geschichtsbewusstseins, von dem es in Europa seit hundert Jahren nicht mehr die leisesten Spuren zu geben scheint. Noch in der Juli-Revolution hatte sich ein Zwischenfall zugetragen, in dem dieses Bewusstsein zu seinem Recht gelangte. Als der Abend des ersten Kampftages gekommen war, ergab es sich, dass an mehreren Stellen von Paris unabhängig von einander und gleichzeitig nach den Turmuhren geschossen wurde. Ein Augenzeuge, der seine Divination vielleicht dem Reim zu verdanken hat, schrieb damals:
Qui le croirait!
on dit qu’irrités
contre l‘heure
De nouveaux Josués,
au pied de chaque tour,
Tiraient sur les cadrans
pour arrêter le jour.

XVI

Auf den Begriff einer Gegenwart, die nicht Übergang ist sondern in der die Zeit einsteht und zum Stillstand gekommen ist, kann der historische Materialist nicht verzichten. Denn dieser Begriff definiert eben die Gegenwart, in der er für seine Person Geschichte schreibt. Der Historismus stellt das ´ewige´ Bild der Vergangenheit, der historische Materialist eine Erfahrung mit ihr, die einzig dasteht. Er überläßt es andern, bei der Hure ´Es war einmal´ im Bordell des Historismus sich auszugeben. Er bleibt seiner Kräfte Herr: Manns genug, das Kontinuum der Geschichte aufzusprengen.

XVII

Der Historismus gipfelt von rechtswegen in der Universalgeschichte. Von ihr hebt die materialistische Geschichtsschreibung sich methodisch vielleicht deutlicher als von jeder andern ab. Die erstere hat keine theoretische Armatur. Ihr Verfahren ist additiv: sie bietet die Masse der Fakten auf, um die homogene und leere Zeit auszufüllen. Der materialistischen Geschichtsschreibung ihrerseits liegt ein konstruktives Prinzip zugrunde. Zum Denken gehört nicht nur die Bewegung der Gedanken sondern ebenso ihre Stillstellung. Wo das Denken in einer von Spannungen gesättigten Konstellation plötzlich einhält, da erteilt es derselben einen Chock, durch den es sich als Monade kristallisiert. Der historische Materialist geht an einen geschichtlichen Gegenstand einzig und allein da heran, wo er ihm als Monade entgegentritt. In dieser Struktur erkennt er das Zeichen einer messianischen Stillstellung des Geschehens, anders gesagt, einer revolutionären Chance im Kampfe für die unterdrückte Vergangenheit. Er nimmt sie wahr, um eine bestimmte Epoche aus dem homogenen Verlauf der Geschichte herauszusprengen; so sprengt er ein bestimmtes Leben aus der Epoche, so ein bestimmtes Werk aus dem Lebenswerk. Der Ertrag seines Verfahrens besteht darin, daß im Werk das Lebenswerk, im Lebenswerk die Epoche und in der Epoche der gesamte Geschichtsverlauf aufbewahrt ist und aufgehoben. Die nahrhafte Frucht des historisch Begriffenen hat die Zeit als den kostbaren, aber des Geschmacks entratenden Samen in ihrem Innern.

XVIII

»Die kümmerlichen fünf Jahrzehntausende des homo sapiens«, sagt ein neuerer Biologe, »stellen im Verhältnis zur Geschichte des organischen Lebens auf der Erde etwas wie zwei Sekunden am Schluß eines Tages von vierundzwanzig Stunden dar. Die Geschichte der zivilisierten Menschheit vollends würde, in diesen Maßstab eingetragen, ein Fünftel der letzten Sekunde der letzten Stunde füllen.« Die Jetztzeit, die als Modell der messianischen in einer ungeheueren Abbreviatur die Geschichte der ganzen Menschheit zusammenfaßt, fällt haarscharf mit der Figur zusammen, die die Geschichte der Menschheit im Universum macht.

- ANHANG -

A

Der Historismus begnügt sich damit, einen Kausalnexus von verschiedenen Momenten der Geschichte zu etablieren. Aber kein Tatbestand ist als Ursache eben darum bereits ein historischer. Er ward das, posthum, durch Begebenheiten, die durch Jahrtausende von ihm getrennt sein mögen. Der Historiker, der davon ausgeht, hört auf, sich die Abfolge von Begebenheiten durch die Finger laufen zu lassen wie einen Rosenkranz. Er erfaßt die Konstellation, in die seine eigene Epoche mit einer ganz bestimmten früheren getreten ist. Er begründet so einen Begriff der Gegenwart als der ´Jetztzeit´, in welcher Splitter der messianischen eingesprengt sind.

B

Sicher wurde die Zeit von den Wahrsagern, die ihr abfragten, was sie in ihrem Schoße birgt, weder als homogen noch als leer erfahren. Wer sich das vor Augen hält, kommt vielleicht zu einem Begriff davon, wie im Eingedenken die vergangene Zeit ist erfahren worden: nämlich ebenso. Bekanntlich war es den Juden untersagt, der Zukunft nachzuforschen. Die Thora und das Gebet unterweisen sie dagegen im Eingedenken. Dieses entzauberte ihnen die Zukunft, der die verfallen sind, die sich bei den Wahrsagern Auskunft holen. Den Juden wurde die Zukunft aber darum doch nicht zur homogenen und leeren Zeit. Denn in ihr war jede Sekunde die kleine Pforte, durch die der Messias treten konnte.